sábado, 20 de septiembre de 2008

SOLIDARIDAD CON BOLIVIA

DECLARACIÓN DE CRISTIANOS EN SOLIDARIDAD CON BOLIVIA

Nosotros, cristianos, nos vemos obligados a leer los recientes sucesos acontecidos en la tierra de nuestros hermanos bolivianos y pronunciar una palabra sobre los lamentables hechos.

Las primeras palabras las decimos junto con el profeta: "Me invade la aflicción, mi corazón está dolorido" (Jeremías 8, 18). Lo vivido por nuestros hermanos bolivianos nos lleva a las épocas más oscuras de nuestra historia latinoamericana, cuando la violencia militarizada quiso imponerse sobre la razón y la voluntad popular.

Sin embargo por "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos" (1 Jn, 1, 1) el dolor no llega a ahogar nuestra voz que quiere levantarse con claridad. De este modo, queremos decir:

Que repudiamos este intento fallido de golpe de Estado cívico-prefectoral con toma de instituciones, saqueos, robos a dependencias del Estado, y todo el accionar de grupos que cometen delitos de lesa humanidad masacrando a los sectores más pobres del país, como el movimiento campesino-agrícola.

Que repudiamos abierta y contundentemente la violencia organizada que se ha llevado la vida de decenas de personas en su mayoría campesinos, hiriendo a tantos otras, mientras una gran cantidad permanece aún desaparecida. No condenamos "los sucesos de violencia", de manera indistinta, sino que condenamos a los violentos que "persiguieron a su hermano con la espada y ahogaron todo sentimiento de piedad" (Amós 1, 11).

Que constatamos como la voracidad acumulatoria de los sectores históricamente privilegiados de "la medialuna" lleva a la reedición fraticida del texto del Génesis, cuando los campesinos de Pando encuentran la muerte en emboscada, recordándonos la metodología usada por Caín, quien engaña a su hermano Abel y le dice: "Vamos afuera. Y cuando estuvieron en el campo se abalanzó sobre su hermano y lo mató" (Gn 4, 8).

Al prefecto Leopoldo Fernández y demás funcionarios de la prefectura, cívicos y sicarios a sueldo responsables de la masacre de Pando les preguntamos: "¿Dónde está tu hermano?" La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo" (Génesis 4, 9-10). Urge buscar una respuesta a esta pregunta que brota del corazón de Dios instrumentalizando de modo urgente todos los recursos institucionales para esclarecer los hechos y que haga justicia.

Que creemos que "la obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre" (Isaías 32, 17). Por tal motivo, apostamos a que el proceso de diálogo que se inicia sea estratégico, pero que bajo ningún punto vista se negocie la justicia, único camino que puede traer la paz.

Que a los violentos separatistas que han arrancado a sus hermanos de la tierra de los vivos y han reprimido con violencia a pobres y campesinos pertenecientes a los pueblos originarios les recordamos la palabra de Dios: "Ustedes no son mi pueblo" (Oseas 2, 1). Con tristeza constatamos una corriente separatista, antipopular, xenófoba y antifraterna que se resiste a la participación en procesos democrático-populares y a dejar sus históricos privilegios político-económicos.

Que en esta hora histórica invitamos a nuestros pueblos a tener una mirada profunda y a largo plazo de América Latina, focalizando en un proyecto común en función de la integración de nuestros pueblos. Las condiciones sociales, culturales, políticas y económicas en nuestra región nos animan a ver con esperanza el futuro de nuestros pueblos. Por tal motivo, y por solidaridad cristiana, Bolivia concierne a toda la región.

Que todos los actores de la vida pública –políticos, sociales, religiosos y culturales- tenemos el deber de garantizar, de diversos modos, la defensa de la democracia y la unidad e integridad territorial del país hermano.

Que animamos al pueblo de Bolivia y a su presidente Evo Morales a profundizar el proceso de participación democrática desde la construcción de ciudadanía y distribución de la riqueza.

Que vemos como signo positivo la reciente reunión de los presidentes de los pueblos congregados en la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), en Chile. Se trata de un gesto político concreto de solidaridad a través de una respuesta lúcida y rápida que la historia boliviana reclama. Gestos como estos siguen sumando a la construcción de la casa común, de la Patria Grande soñada por Dios para la vida de los pobres de nuestros pueblos y los pueblos de nuestros pobres.

Que deseamos que la Iglesia boliviana acompañe este trayecto histórico-político teniendo presente e incorporando el único mandato que Santiago, Pedro y Juan -columnas de la Iglesia antigua- le encomendaron a Pablo: "solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres" (Gálatas 2, 10).

Esperando que esta "siembra entre lágrimas, será cosecha entre canciones" (Sal 126, 5) decimos finalmente que el canto de nuestro hermano pueblo boliviano, cuya comunidad en nuestro país es significativa, es nuestro canto. A él nos unimos con fe y esperanza.

Centro Nueva Tierra

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